A lo largo de la historia de la humanidad y en todas las
culturas, encontramos diferentes historias que con el pasar de los milenios se
van distorsionando, que son mal entendidas, otras olvidadas y finalmente quedan
solo como leyendas o mitos, pero como siempre yo soy de la opinión que esas
migajas que nos quedan de lo que fue la humanidad hace cientos de años son
pequeñas pruebas de todas las cosas que desconocemos pero que tienen un porque
de ser, y claro esta que una de las historias o leyendas más famosas es sin
duda la de el diluvio universal, yo solo puedo decir que la existencia de esta
historia en muchas culturas a lo largo del mundo tienen mas verdad que mentira,
pero bueno como siempre cada persona entiende las cosas de diferente manera, y
aquí dejo un ejemplo de lo que hablan en diferentes culturas acerca del diluvio
universal.
Los modernos investigadores de la mitología han recopilado
más de cuatrocientos mitos diferentes sobre el Diluvio. El primero por orden
cronológico es el contenido en la Epopeya de Gilgamesh, poema nacional
babilónico. En la mitología babilónica, el equivalente a Noé se llama
Utanapishtin, hombre piadoso que había sido avisado de la proximidad del
desastre por los susurros de las cañas movidas por el viento. Protegido por el
dios Ea, éste le comunica la decisión que otros dioses han tomado, por
inspiración de Enlil, de destruir la humanidad, y le aconseja que construya una
nave con la que podrá escapar a la invasión de las aguas. Así lo hace
Utanapishtin, metiendo en el navío a su familia, sus riquezas y parejas de
animales. Apenas lo había terminado, se soltaron los vientos y el diluvio
durante siete días. A la madrugada del día octavo, el mar recobró la calma, la
nave se posó sobre un monte y Utanapishtin soltó una paloma y una golondrina,
que volvieron al barco por no encontrar otro lugar donde posarse; más tarde
soltó un cuervo que ya no regresó y por último salió Utanapistin, ofreció un
sacrificio y la vida comenzó de nuevo.
El relato de la Biblia, (Génesis, VIII) muy posterior:
Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre
la tierra... se arrepintió de haber hecho al hombre... y dijo: 'Voy a
exterminar al hombre que hice de sobre la faz de la tierra; al hombre, a los
animales, a los reptiles y hasta las aves, pues me pesa haberlo hecho’. Pero
Noé halló gracia a los ojos de Yahvé. Yahvé dijo a Noé: ‘Hazte un arca de
maderas resinosas, divídela en compartimentos y la calafateas con pez por
dentro y por fuera... Entrarás en el arca tú y tus hijos, tu mujer y las
mujeres de tus hijos. De todos los animales meterás en el arca parejas’. Pasados
los siete días, las aguas del diluvio cubrieron la tierra... y estuvo lloviendo
sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches... El arca flotaba sobre la
superficie de las aguas, que cubrieron los montes por debajo del cielo... Sólo
quedaron Noé y los que con él estaban en el arca. Ciento cincuenta días
estuvieron altas las aguas sobre la tierra... Pasados cuarenta días, abrió Noé
la ventana y soltó un cuervo que volando iba y venía... Siete días después para
ver si se habían secado las aguas, soltó una paloma, que como no hallase donde
posarse se volvió al arca... Esperó otros siete días y al cabo de ellos soltó
otra vez la paloma, que volvió a él trayendo en el pico una ramita de olivo...
Siete días después volvió a soltar la paloma que ya no volvió más... y dijo
Yahvé: “Voy a establecer mi pacto con vosotros... y he colocado mi arco en las
nubes.”
Un paralelo inmediato a esta narración figura en la cultura
clásica griega, con el mito griego de Prometeo y su hijo Deucalión. Según los
griegos, el Diluvio duró nueve días y nueve noches, y de él sólo escaparon “los
más justos”, Deucalión y Pirra, en un arca similar a la bíblica. Ovidio, en su
primer libro de las Metamorfosis inicia el relato de la breve historia de los
regeneradores de la humanidad, que inician su dura nueva vida en la Fócida.
En la mitología persa y según el Zend-Avesta, el dios
Ahura-Mazda (Ormuz) ordenó al primer hombre, Yima, que se encerrase en una
fortaleza, en la cumbre de una montaña, con los mejores hombres, animales y
plantas. El resto del mundo fue destruido por el dios del Mal.
En la mitología fenicia, la narración del Diluvio está poco
detallada; pero su recuerdo es tan fuerte que el dios Aleyín, hijo de Baal,
propuso que el dios Kusor abriera un tragaluz en medio del templo (es decir, el
mundo) y Baal abriera una resquebrajadura en las nubes; así las aguas no
caerían sobre la Tierra en cantidad tan grande que produjera un nuevo diluvio,
ya que sería necesario que Baal y Kusor se pusieran de acuerdo.
En la mitología lituana, el dios Praamzis, que gobernaba el
Universo, al contemplar que en la Tierra todo eran guerras e injusticias,
decidió hacer un escarmiento. Para ello envió a dos monstruos, el Agua y el
Viento, y entre los dos cogieron la Tierra, imaginada por los lituanos como un
disco, y la sacudieron durante doce días, acabando con casi todos los hombres.
Entonces se asomó Praamzis para ver el mundo, y tiró las cáscaras de una nuez
que estaba comiendo con el fin de que en ella se refugiasen un puñado de
hombres y de animales que se habían puesto a salvo en la cima de una montaña.
En la mitología celta aparece también el mito del Diluvio e
incluso afirman que después de él la isla de Irlanda fue habitada por una reina
maga, que pereció en unión de todos sus compatriotas antes del desembarco del
príncipe Portholón, que llegó de Grecia con veinticuatro parejas en el año 2700
a. de J. C., y cuyos descendientes tuvieron que luchar con los últimos
gigantes.
En la mitología de la India aparece la leyenda del Diluvio
bajo una forma muy original. Uno de los Manú, dios que preside cada uno de los
catorce largos períodos en que se subdivide la historia de la humanidad, hacía
sus abluciones, cuando entre sus dedos encontró un pececito vivo. Cuando iba a
devolverlo al agua, el animal le rogó que no lo hiciera porque temía ser
devorado por los monstruos del mar. Para protegerle, Manú le colocó en un tazón
con agua. Al día siguiente, el pez había crecido tanto que tuvo que ponerlo en
el jarrón más grande que pudo hallar. Al otro día, el pez se había desarrollado
de tal manera que Manú tuvo que depositarlo en un lago y como siguiera
creciendo, Manú le llevó hasta el mar. Entonces el pez le dijo: “Dentro de
siete días será el Diluvio; enviaré para ti y los siete richis un gran barco.
Embarcaréis y contigo una pareja de cuantos animales viven en la tierra y en
los aires y una semilla de cada planta. Cogerás a la serpiente Vasuki y atarás
con ella el navío a mi cuerpo, y yo te guiaré a través de las aguas”. Después
del Diluvio, Manú fue el padre de la nueva raza humana. Siguen las
coincidencias, incluida la de los siete días, demostradoras de que todos los
relatos proceden de uno solo.
En la mitología egipcia antigua la destrucción de la
humanidad primitiva tomó otra forma: Ra envió contra los hombres su Ojo Divino,
encarnado en. la diosa Sekmet, la que realizó una mortandad tan terrible, que
para evitar el exterminio de la raza humana, Ra tuvo que preparar una bebida
compuesta de cerveza, cebada y una sustancia roja que le daba aspecto de sangre.
Sekmet confundió esta bebida con sangre y la ingirió, embriagándose de tal
manera que dejó de matar. Entonces Ra, después de salvar a los hombres,
estableció un pacto con ellos.
En África el mito del Diluvio tiene tantas formas como
tribus viven en el continente negro. En el bajo Congo se cuenta que hace muchos
años el Sol encontró a la Luna y le tiró barro para apagar su brillo. Entonces
se produjo un diluvio y los hombres supervivientes se convirtieron en monos
(obsérvese la curiosa coincidencia con el darwinismo).
En América el mito del Diluvio está todavía más extendido,
si ello es posible, que en los otros continentes. Ya Cristóbal Colón, al tocar
el golfo de Paria en 1498, observó que los indígenas veneraban el que llamaban
“árbol de la vida” (¡otra coincidencia con la Biblia!). Según ellos, de sus
frutos había vuelto a nacer el género humano después de ser destruido por un
gran diluvio, del que sólo se salvaron un hombre y una mujer. Un “árbol de la
inmortalidad” similar existía en México.
Cuenta la leyenda de los algonquines que un día el dios
Michabó se metió en el agua para salvar a sus perros que habían quedado
aprisionados en el fango. Las aguas se desbordaron y cubrieron la tierra. Para
rehacer la tierra, Michabó encargó al cuervo que le buscase un pedazo de
arcilla, pero el cuervo no lo trajo. Después envió a una nutria, pero ella
volvió de su zambullida sin traer nada. Por último envió a una rata almizclera,
que le trajo un poco de tierra. Los hombres que repoblaron el mundo son los hijos
de Michabó y la rata almizclera.
Según los indios de California, un diluvio cubrió todas las
montañas e hizo perecer a todos los hombres menos a los que se habían refugiado
en el pico del monte Bonsald.
Las mitologías de la Melanesia son muy curiosas. Según las
tribus narri-ñeri de Australia, el dios creador formó al hombre de excrementos
y los modeló como estatuas sin vida y luego, para infundirles la vida, les hizo
cosquillas, porque la risa es el símbolo de la vitalidad (compárese con el
episodio de la creación de Adán en la Biblia). Su mito referente al Diluvio
dice que todas las aguas del mundo habían sido tragadas por una rana, pero una
anguila la hizo reír y abrió la boca, con lo que las aguas se precipitaron
sobre la tierra causando una gran inundación. En otras mitologías oceánicas el
Diluvio fue un castigo impuesto al hombre por haber dado muerte a un monstruo
marino.
En Malasia, la creación de la tierra molestó a un dios que
existía anteriormente y que se irritó, destruyéndola. El creador reconstruyó la
tierra tomando precauciones para que el dios anterior a la humanidad no se
irritara, pero cuando se enfada se producen los frecuentes terremotos
oceánicos.