24 de enero de 2014

La Copa de las Hadas (Rubén Darío)


¿Fue en las islas de las rosas,

en el país de los sueños,

en donde hay niños risueños

y enjambre de mariposas?

Quizá.

En sus grutas doradas,

con sus diademas de oro,

allí estaban, como un coro

de reinas, todas las hadas.

Las que tienen prisioneros

a los silfos de la luz,

las que andan con un capuz

salpicado de luceros.

Las que mantos de escarlata

lucen con regio donaire,

y las que hienden el aire

con su varita de plata.

¿Era día o noche?

El astro

de la niebla sobre el tul,

florecía en campo azul

como un lirio de alabastro.

Su peplo de oro la incierta

alba ya había tendido.

Era la hora en que en su nido

toda alondra se despierta.

Temblaba el limpio cristal

del rocío de la noche,

y estaba entreabierto el broche

de la flor primaveral.

Y en aquella región que era

de la luz y la fortuna,

cantaban un himno, a una,

ave, aurora y primavera.

Las hadas -aquella tropa

brillante-, Delia, que he dicho,

por un extraño capricho

fabricaron una copa.

Rara, bella, sin igual,

y tan pura como bella,

pues aún no ha bebido en ella

ninguna boca mortal.

De una azucena gentil

hicieron el cáliz leve,

que era de polvo de nieve

y palidez de marfil.

Y la base fue formada

con un trémulo suspiro,

de reflejos de zafiro

y de luz cristalizada.

La copa hecha se pensó

en qué se pondría en ella

(que es el todo, niña bella,

de lo que te cuento yo).

Una dijo: La ilusión;

otra dijo: La belleza;

otra dijo: La riqueza;

y otra más: El corazón.

La Reina Mab, que es discreta,

dijo a la espléndida tropa:

"Que se ponga en esa copa

la felicidad completa".

Y cuando habló Reina tal,

produjo aplausos y asombros.

Llevaba sobre sus hombros

su soberbio manto real.

Dejó caer la divina

Reina de acento sonoro,

algo como gotas de oro

de una flauta cristalina.

Ya la Reina Mab habló;

cesó su olímpico gesto,

y las hadas tanto han puesto

que la copa se llenó.

Amor, delicia, verdad,

dicha, esplendor y riqueza,

fe, poderío, belleza...

¡Toda la felicidad!...

Y esta copa se guardó

pura, sola, inmaculada.

¿Dónde?

En una isla ignorada.

¿De dónde?

¡Se me olvidó!...

¿Fue en las islas de las rosas,

en el país de los sueños,

en donde hay niños risueños

y enjambres de mariposas?

Esto nada importa aquí,

pues por decirte escribía


que esta copa, niña mía.

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