16 de junio de 2012

La ciencia apartada de la espiritualidad

 
 
Cualquiera que sea su interés de estudio, el intelecto, para
hacer sus observaciones, debe inmovilizarlo, y algunas veces
incluso matarlo con el fin de  disecarlo. Si la ciencia renuncia
a menudo al estudio de lo que está vivo para concentrarse sólo
en lo que está paralizado, muerto, es porque lo que está vivo
se mueve, varía sin cesar y el intelecto no puede alcanzarlo. No
es pues de extrañar que el mundo espiritual y el mundo divino,
que están en perpetuo movimiento y animados por las vibraciones
de la más alta intensidad, escapen de las investigaciones.

Para ser más precisos, los científicos, los investigadores
se han quedado en la observación de la materia física, sin
darse cuenta que de esta forma se han ido limitando y limitado a
todos aquellos que han producido su influencia y seguido su
ejemplo. Pues bien, este ejemplo es catastrófico, porque impulsa
a los humanos a fijarse solamente en el aspecto más material, el
más superficial de las cosas, en lugar de interesarse por todo
aquello que es sutil, vivo, vibrante: el mundo del espíritu.

(Omraam Mikhaël Aïvanhov)

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